Semillas malignas

La humanidad tiene una habilidad de reinventarse para mal, con sus clásicos vicios de perjudicar al prójimo. Resulta que ya se nos ocurrió sabotear los cultivos del enemigo, enviando semillas de plantas con características peligrosas para los vegetales nativos; creando así un peligro para los intereses del estado victimado. 

Imaginemos un hipotético escenario de pesadilla, un país poderoso que se ve a lo lejos, erigido orgulloso, ostentoso, con un control notable de su destino. A la distancia, Otra nación poderosa, ávida de extender sus fronteras tan lejos como sea posible, con el deseo de gloria y poder que impulsan los grandes proyectos. Sociedades separadas por un mundo de distancia, pero enlazadas por artes de la globalización, que todo lo acerca, que todo lo une, que marca la existencia de una sociedad interconectada. 


Las posibilidades tecnológicas y las capacidades logísticas de la época permiten a casi cualquier organización movilizar un pequeño proyecto, crear una estratagema, realizar alguna escaramuza, causar terror a nivel local. Habiendo vivido previamente situaciones de emergencia, donde la vida de muchas personas se había perdido, producto de la esencia humana, brutal, contundente; sin embargo, esta ocasión, sin embargo, es diferente. 


Llegaron dentro de un sobre plástico de paquetería internacional; a primera vista nada especial por fuera, la típica entrega de una compañía de mensajería. Sin embargo, había algo extraño en el asunto; la etiqueta decía que provenía de Asia, de un país con el cual no tienen una buena relación diplomática reciente.

Algunos abrieron el sobre por curiosidad, supongo; al ver el contenido no supieron que pensar, había semillas dentro de un pequeño sobre plástico. ¿Porque alguien les enviaría semillas que ellos no habían solicitado? En fin, no parecía gran cosa así que sembraron lo que recibieron y dejaron hacer lo suyo a la naturaleza. 

El tiempo pasó, las semillas germinaron y dieron origen a una planta con una pequeña flor, nada especial a la vista, esta planta, sin embargo, posee una característica, se adapta bien a diversos ecosistemas; por lo que no tuvo problemas con sentirse como en casa en aquellas tierras exóticas. Se adapta tan bien, que de hecho desplaza, sin tregua, a cuanta especie local se le atraviese.

Este simple hecho, provoca un cambio lo suficientemente importante, como para afectar el equilibrio y estabilidad de la cadena biológica, ese mundo interconectado por relaciones de competencia, evolución y ambiente. Los cultivos se complican, la diversidad animal se reduce, el estado se ve afectado económicamente y el descontento social se extiende como incendio forestal. 


En un mundo globalizado, los mercados de valores se encargan de que la desestabilización se extienda por todas partes, haciendo posible el modificar el orden establecido, el poder tomar ventaja, el dar el salto definitivo. Los gobiernos buscan proteger sus intereses e incrementar el poder de sus naciones, por lo que el fin justifica los medios. 


A estas alturas de la evolución humana, ya no hay malas ideas para cuando se trata de “progreso”.



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