Luz que ilumina nuestra curiosidad



La luz que vemos en cada momento de nuestro camino en este bello planeta, se origina a una larga distancia, en las entrañas de nuestra estrella, el sol. Nuestro proveedor de luz es un gigantesco reactor de fusión, que une átomos de hidrógeno, su combustible, para crear helio, generando como resultado energía.

Una manifestación de dicha energía es la luz visible que apreciamos; a la cual le toma algo más de 8 segundos cubrir los aproximadamente 150 millones de kilómetros que hay entre su fuente, y el planeta tierra. La presencia de luz ha influenciado directamente el proceso de evolución en nuestro mundo, premiando con prolongación de existencia a las especies que aprendieron a detectarla e interactuar con sus efectos.

Existen múltiples hechos que suceden en relación con la luz, uno de ellos es la posibilidad de ver colores en todo lo cotidiano. La luz se interrelaciona con los objetos que alcanza a nivel atómico, siendo absorbida parcialmente y siendo reflejada otro tanto. Así, en esencia, debido a que la luz se compone de los 7 colores básicos del arco iris o longitudes de onda (rojo, naranja, amarillo, verde, celeste, azul marino, violeta), al final vemos los colores reflejados en las diferentes superficies que toca.

Por ello es que, por ejemplo, vemos la superficie de un vasto océano de color azul intenso; ya que las moléculas de agua absorben con sus enlaces atómicos casi todos los colores o longitudes de onda, salvo los azules, que son reflejados y luego captados por nuestros ojos.

Cuando la luz interactúa con los elementos químicos fundamentales, estos reflejan un patrón específico de color, conocido como espectro, el cual puede usarse como una confiable guía sobre la composición de algo. En la actualidad los científicos explotan esta posibilidad mediante instrumentos llamados espectrómetros.

Dicha tecnología brinda una ventana impresionante hacia la profundidad del universo, permitiendo analizar la composición atómica de planetas en sistemas solares lejanos, podemos saber que elementos están presentes en sus estructuras y en qué proporción. Así podemos incendiar la flama de nuestra imaginación, sustentada en hechos científicos, sobre cómo podría ser un determinado mundo.
Ahora sabemos que existen muchos planetas con composiciones químicas similares a La Tierra ahí afuera, en un cosmos infinito que apenas empezamos a dimensionar apropiadamente. Ante la inmensidad del espacio-tiempo solo resta ser humildes, y despojarnos de las ataduras del egocentrismo humano, el cual nos hace sentir especiales; pero que nubla el juicio y detiene el progreso proveniente de la exploración y de la curiosidad.

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