Inocencia robada
En la tierra, en todo lugar, en cada centímetro cuadrado, hay eco;
energía remanente de acontecimientos del pasado. La parte norte del continente
se había poblado, un estado había nacido de entre las cenizas de la guerra
civil; la nueva sociedad se regocijaba en su libertad y prosperidad, casi
ignorando el precio en sangre pagado por ello.

La expansión de la nueva nación
parecía no tener final; sin embargo, un acuerdo fue alcanzado, los nativos
aseguraron tierras para su gente, a cambio de ceder enormes porciones de
territorio, estos eran terrenos intactos, donde la vida en comunión con la
naturaleza era posible. Parecía un buen final; no obstante, la humanidad tiene
gusto por las tragedias.
La codicia del nuevo estado
despertó cuando descubrieron canteras de oro, en las montañas del territorio
sagrado de los indígenas. El antiguo acuerdo fue revocado unilateralmente y obligaba
a los aborígenes a replegarse aún más, a un pequeño territorio donde erigieron
sus comunidades. No obstante, las montañas sagradas eran algo demasiado
preciado para entregarlo a manos codiciosas, por lo que algunos locales no
obedecieron y continuaron deambulando por sus ancestrales predios.
No hicieron daño a nadie, solo
llevaban una vida en balance con la naturaleza, eran felices. Aún así, el
estado represivo resolvió perseguir y cazar a estas nobles almas, entregándose
al frenesí de la muerte. Los colonizadores rodearon un asentamiento junto a un río,
en medio de unas hermosas montañas; la estrategia era no darles más opción que
pelear y así justificar la toma de las montañas como trofeo de guerra.
Pocos días antes, un danzante,
un líder espiritual de la aldea, había tenido una visión; en el clímax de la
ceremonia ritual, agotado físicamente y presa del dolor insoportable, vio una
escena, donde sus enemigos, los colonizadores caían de cabeza y muertos ante él.
Cuando la batalla fue inevitable,
los nativos recordaron la visión del chamán y se inspiraron a defender a los
suyos. No eran un ejército profesional, no tenían estructuras militares ni
entrenamiento especifico para funcionar como una unidad de batalla. Sin
embargo, el fervor del valor y el poder del amor a su tierra, los impulsaron a
una victoria improbable, hasta ese momento inédita.
La estrategia de contrabandear
algunos rifles de repetición modernos en combinación con el gran impulso del
instinto de supervivencia, los llevaron a un triunfo notable, todo un
suceso. Los locales sin embargo, no eran de carácter bélico, ellos solo
querían vivir en paz y en comunión con la naturaleza.
Los conflictos continuaron, propiciados por el apetito insaciable
de riqueza y territorio de los colonizadores, hasta diezmar el entorno de los
nativos, obligándolos a ser absorbidos y casi borrados de la historia. A
pesar de ello, el eco de las historias transmitidas oralmente de los nativos, siempre resonarán en sus
amadas tierras.
Cunado la batalla fue inebitable, al estar rodeados, los nativos recordaron la vision del chaman y se inspiraron a defender a los suyos. No eran un ejercito profesional, no tenían estructuras militares ni entrenamiento especifico para funcionar como una unidad de batalla. Sin embargo, el fervor del valor, el poder del amor a su tierra, los impulsaron a una victoria improbable, hasta ese momento inedita.
La estrategia de contrabandear algunos rifles de repetición modernos en combinación con el gran impulso del instinto de supervivencia, llevaron a un triunfo notable, todo un suceso. Los locales sin embargo, no eran de carácter bélico, ellos solo querían vivir en paz en comunión con la naturaleza. Los conflictos continuaron, propiciados por el apetito insaciable de riqueza y territorio de los colonizadores, hasta diezmar el entorno de los nativos, obligandolos a ser absorbidos y casi borrados de la historia.
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