El gran poder
6 grandes dinastías fueron forjadas en sangre y obstinación,
alimentándose de la energía de la ambición. Sus existencias estaban ligadas por
siglos de turbulentas relaciones, pocas épocas de paz verdadera se habían
disfrutado en el pasado.
El corazón del continente,
donde convergían los límites de cada reino, se había transformado en un laberinto
de murallas y torres de vigilancia, estructuras de guerra ideadas para mantener
a raya al enemigo.

Las semanas pasaron, el plan
tomaba forma, las estrategias se definían, los preparativos avanzaban tan
pronto como la logística lo permitía. Lento pero seguro, el momento de la
verdad llegó, era tiempo de poner en funcionamiento la maquinaria de muerte,
era tiempo de guerra.
Cientos de unidades de
caballería e infantería fueron movilizadas, millares de arqueros les acompañaban;
las armas de asedio se movían, pesadas pero poderosas, rumbo a su objetivo: los
muros de su primer adversario. Una épica batalla dio inicio, los arqueros
fueron los primeros en ponerse en acción, los arietes se aproximaron bajo la
cobertura de los proyectiles amigos, la infantería y caballería se enfrascaban
en una sangrienta lucha por la vida.
Un par de puntos en la muralla
cedieron, la ciudad fue defendida con honor y energía, cada soldado aportaba la
esencia de su propia vida para defender a los suyos. Al final, las fuerzas
invasoras se impondrían; había sido una gran victoria, lograron iniciar con
triunfo la serie de batallas que les esperaba rumbo a la gloria, la campaña
militar estaba viento en popa.
El ejército occidental se
fortalecía a cada victoria, tomando botines de guerra cuantiosos y
espectaculares; las armas y herramientas exóticas eran particularmente útiles,
todo un refuerzo para una maquinaria de guerra hambrienta de poder y
conocimiento, que le permitieran la conquista total.
El último soberano rival, el de la dinastía de las montañas
orientales, había sucumbido ante el poderoso ejército rojo; el objetivo había
sido alcanzado. Los muros y torres construidos para separar los límites de
las grandes naciones habrían de servir como parte de un nuevo proyecto
defensivo: una gigantesca muralla que se extendería por miles de kilómetros.
Atravesando el desierto y la estepa, yendo a los confines de las
grandes montañas. La autoridad del soberano en su nuevo reino no tenía discusión,
había creado algo nunca antes visto, un estado que unía a las grandes culturas
nativas de la región, que tomaba lo mejor de cada una y lo mezclaba para crear
algo maravilloso.
Había nacido un gigante, un ente social destinado a dejar su
huella imborrable en el flujo de la existencia; un camino al que todavía le
faltaba un largo trecho por recorrer.
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